Premonición - Lisa Gerrard & James Orr

¿Qué ocurre cuando sucesos y detalles exactos comienzan a repetirse día tras día con una sincronización enigmática, impecable y desesperante? Es la advertencia de un futuro sombrío y las pistas necesarias para desviarlo. 2:22 recorre la historia del joven Dylan Branson (Michiel Huisman) justo cuando su vida, hasta entonces controlada en lo más mínimo, comienza a alterarse dejando patrones que él tendrá que rastrear para entender el pasado, el presente y, como el titulo lo indica, el futuro, la premonición. Tocando someramente lo ficticio, el filme de Paul Currie es capaz de recorrer una historia interesante de suspenso que no es ni muy obvia ni tampoco exagerada, manteniendo al espectador al tanto de la intriga con la cual se desarrolla. Una trama cuidada en muchos aspectos para no aflojarse y así generar un ambiente de emoción cautivante

.
El detalle que termina por curar el enigma clave de la película radica sustancialmente en el manejo de la composición musical, a manos de Lisa Gerrard y James Orr. Una colaboración que nos deja con una producción que evoluciona a lo largo de cinta y conduce a la audiencia por una trama que va dejando sorpresas. En principio se podría creer que la elección de música y la sucesión sinfónica va muy rápido y casi que una canción va pisando la otra aceleradamente, sin dar las necesarias pausas para dirigir la intención de cada escena. Pero luego se entiende que lo que se pretende es ir creando una atmosfera por medio de la cual la música concentre la atención de los espectadores en lo que va a ocurrir, encerrándolos en una esfera de sobresalto y suspenso que no da pausas a que se advierta qué va a acaecer. Cuando las cosas ocurren uno nota que la urdimbre musical fue tan bien planeada que todo estaba hecho para conducir a la audiencia hasta el final de la secuencia. Finalmente, la sensación es de sorpresa pero satisfacción.

Gerrard y Orr logran matizar las escenas por medio de tonalidades afines entre sí. Los momentos en los que Dylan comienza a encontrar patrones en su realidad son prolongados por composiciones pausadas y lentas, que dan espacio para pensar al personaje y para que el espectador tenga rápidas reflexiones que luego, gracias a la atención con que se ha fijado la escena, son bruscamente destruidas por la irrupción de unas tonadas más agresivas, a un ritmo fuerte que empieza a generar angustia, una preocupada empatía por el destino de los protagonistas. Estos cambios son secuencias muy bien logradas que juegan con el público para adentrarlo en una experiencia mucho más sensorial y vívida. De igual manera, las ocasiones románticas o tranquilas tienen consigo una lentitud apacible en sus canciones. La composición funciona como un sistema muy bien conservado que no altera un tipo de escena ni el otro, puesto que la película está equilibrada en momentos agradables como misteriosos.

Se nota un trabajo que empieza con muchas canciones, sinfonías, de manera rápida y agolpada, y que después va dando espacio a la construcción de emociones por medio de composiciones reforzadas, de tonalidades que apuntan a perturbar ligeramente y a crear algo más de intimidad con la película. Al final nos encontramos con que la producción se torna hacia una banda sonora épica, de momentos de acción excitantes pero que no llegan a culminar con todo el escenario que se va preparando. Así, para el final, se descarga toda la adrenalina conjurada por una banda sonora que iba manejando los tiempos del filme y daba la impresión de acelerarlo y ralentizarlo de forma necesaria y precisa. El final está tan ataviado por el suspenso, por el enigma, que cuando todo termina el alivio que se siente es mayor, la satisfacción es enorme y se encuentra uno como una víctima contenta de una película cuyo hilo conductor fue tan fuerte que no permitió desviar la atención.